27 Septiembre 2017
¡Cómo puede ser la vida de exigente! Sabes a que me refiero, ¿verdad? Seguimos esa misma rutina – tratando de recuperar el aliento mientras nos apresuramos por el día, satisfaciendo las necesidades de todos. ¿Dónde está la recompensa?
Mi respuesta llegó a través de mi hermano y su esposa Lois quienes eran nuestros huéspedes por unos días.
Una noche llamé a la puerta de su habitación.
-Entra -dijo Lois.
Entré y sentí la tabla de planchar. -¿Qué estás planchando?
Los corredores de mesa que compramos.
“No tienes que hacerlo.” Protesté, “Hiciste más que suficiente: limpiar, reorganizar, comprar e incluso pintar una mesa para mí”.
-No es nada -dijo ella-.
No le importaba porque eso es lo que hace. Cualquier cosa que aborda la hace en silencio, sin ninguna expectativa. Ayuda guardando un silencio que grita bondad y amor puro.
¿Por qué no puedo ser así? En secreto, busco reconocimiento o por lo menos un pequeño signo de agradecimiento.
¿Te puedes identificar? Limpiaste el mostrador de la cocina y el piso por enésima vez. Pero nadie te aplaude.
Lavaste la tercera tanda de ropa. Nadie se percato. Pagaste las cuentas y no fue apreciaciado tampoco.
Y en el trabajo, terminas la carga adicional de las tareas, pero tu jefe no te da ningún reconocimiento. Incluso sonríes a la cajera de la tienda, pero pasa desapercibida.
¿Seguimos dando y dando? ¿Hay algún indicio de satisfacción o retorno por nuestros esfuerzos?
Dios tiene la respuesta:
“Cuídense de no hacer sus obras de justicia delante de la gente para llamar la atención. Si actúan así, su Padre que está en el cielo no les dará ninguna recompensa. Por eso, cuando des a los necesitados, no lo anuncies al son de trompeta, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente les rinda homenaje. Les aseguro que ellos ya han recibido toda su recompensa. Más bien, cuando des a los necesitados, que no se entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha, para que tu limosna sea en secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.” (Mateo 6:1-4)
Padre, en el secreto de mi corazón quiero ser reconocida y busco recompensas. Cambia mi corazón y concédeme humildad para hacer todo en la quietud del amor. Que mis acciones sean sólo para tus ojos. En el nombre de Jesús, amén.
¿Qué recompensa puedes esperar del Señor hoy?
Janet